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En Jaén hay dos logias. Una de hombres y otra de personas... La primera no admite mujeres; la segunda admite también a hombres... Hacen sus tenidas una vez al mes donde se reúnen y debaten a puerta cerrada temas simbólicos, filosóficos y sociales. No hablan de política ni de religión o, al menos, lo intentan (a veces supongo que será inevitable). Al terminar comen, beben y ríen y, cuando terminan, regresan a sus casas, familias y trabajos para, al mes siguiente, repetir la misma operación.

A priori no parece nada peligroso, solo gente corriente charlando de sus cosas en privado y luego siguiendo con sus vidas, cada cual en su estrato social, capacidad económica y responsabilidades cotidianas; porque hay de todo en logia, como en botica... El caso es que no hay país democrático donde no exista la Masonería; solo no existe allí donde no hay libertad. Incluso fuera de España ser masón o masona es signo de integridad, civismo y respeto, porque las personalidades más importantes de cada nación fueron miembros de una logia... La lista es larga: infinidad de presidentes de los Estados Unidos; la realeza inglesa; la inmensa mayoría de artistas y políticos de la Europa del siglo XVIII; Baden Powell (el fundador del movimiento Scout); Dunant (fundador de Cruz Roja); Kipling (autor de El libro de la selva); Fleming (descubridor de la penicilina)... En fin, para aburrirse y quitarse el sombrero.

En cambio, en España la lista es otra: Zapatero masón; Rajoy masón; Felipe masón; Lorca, rojo, maricón y masón... Da igual quién sea, que diciendo que es masón el daño ya está hecho y de eso no se recupera nadie. ¿Para qué recordar a otros españoles masones como Clara Campoamor, Blasco Ibáñez, Ramón y Cajal, Rosario de Acuña, Blas Infante o el más jaenciano Joaquín Ruiz Jiménez (alcalde de Madrid y padre del que fuera ministro de Franco, más famoso en Jaén por la avenida que por su cargo)? Insisto, ¿para qué recordar que lo fueron? A los mejores se les oculta esa condición para limpiar su gloria; al enemigo, en cambio, se le inviste de tal epíteto para arrojarlo a la piara pública.

En esta herida piel de toro la palabra masón es un insulto supino, un estigma sinónimo de traidor a la patria y una mancha que persigue como sombra a quien la ostenta. Luego decimos que los ingleses son muy suyos porque conducen por la izquierda, mientras nuestro propio país va al revés del mundo civilizado, permitiendo festejos con maltrato animal, llenando cualquier encuentro de política y odio al diferente, o protegiendo a una religión concreta y fomentando el clericalismo apelando a la tradición. Un país así, ¿cómo no va a insultar a los masones y a las masonas? ¡Malditos sean todos, todas y todes!


Fdo. Raúl Cueto Muñoz

 Publicado en Jaenhoy.es

 

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